Rabietas, mal comportamiento, berrinches, insultos, malas contestaciones, agresiones, estar triste todo el día, no querer hacer nada, decir a todo que no, etc. ¿Te suenan algunos de estos comportamientos?

Todos pueden ser debidos a una necesidad de expresar emociones que no está bien resuelta. Hoy te hablo acerca de la educación emocional para los más pequeños, pudiendo empezar desde los 18 meses sin que tengan por qué saber hablar. Te explico cómo ayudar a tu peque en este proceso de aprendizaje, porque efectivamente, las emociones también se aprenden.

Entender las emociones en los niños y niñas

Cuando os hablaba de cómo juego con mi hija de 3 años y mi hijo de 18 meses os explicaba que muchas veces el juego acababa en guerra o llanto. Por ejemplo, estás tranquilamente jugando con tu peque de 3 años y de repente, sin saber cómo, se enfada y empieza a llorar y dice que ya no quiere jugar. O pega a su hermano sin motivo alguno. O te dice que ya no quiere volver a jugar contigo nunca más. ¿Os ha pasado? A mí muchísimas veces y me ha costado mucho entender algunos conceptos básicos en educación emocional.

1. Las emociones y el comportamiento cumplen un propósito

Otra cosa es que nosotros como madres y padres sepamos cuál es. Eso de que lloran o agredan «sin motivo alguno» no es verdad. Cada expresión emocional responde a una emoción y propósito detrás.

Por ejemplo, si pega a su hermano puede que necesite más atención por tu parte, ya que sabe que sólo así le atenderás. Si empieza a llorar puede que tenga hambre o esté cansado y no sepa decirte que necesita ir a dormir.

Lo difícil es saber cuál es ese propósito y su detonante, es decir, qué pasa justo antes de que estalle y ya sea más difícil volver a la calma. Es decir, si sé que a mi hijo de 18 meses le entra sueño sobre las 12:30, voy a tratar de comer antes para que pueda descansar, sin tener que pasar por el llanto. Y efectivamente eso es lo que hacemos en mi casa con Leo. En mi casa las rutinas se adaptan a ellos, y no al revés.

Observad a vuestros peques y tratar de pensar qué pasa justo antes de que empiece una rabieta. O poneos en su lugar y pensad qué está consiguiendo con ese comportamiento. Si cada vez que juego con mi hijo pequeño, mi hija se pone a pegarle y yo voy y le atiendo a ella para explicarle que eso está mal, mi hija logra con su agresión que yo le preste toda mi atención. Y a la vez, mi hijo está aprendiendo que mamá, que estaba jugando antes conmigo, me deja de hacer caso para atender a mi hermana que me pega. Así que en el futuro también pegará para conseguir la atención de los adultos.

Reflexionar sobre estos círculos de causa-consecuencia es el primer paso para cambiarlos.

2. Las emociones se aprenden

Mejor dicho, aprendemos a saber expresarlas. En Educación Infantil aprendes que la educación emocional está muy ligada al lenguaje y vocabulario. Para la mayoría de los peques con 3 años sólo existen dos conceptos: feliz y mal. Unos pocos ya son capaces de desglosar ese «mal» en enfadado o triste. Y por último, encuentras algunas joyas que ya te saben explicar que están aburridos o cansados.

Mi hija ya sabe expresar muchas emociones básicas, pero aún se confunde con algunas. Es muy gracioso ver cómo está muy enfadada y nos grita diciendo «¡Mamá, déjame, que hoy estoy muy aburrida!». Sin embargo, ya expresa muchas otras y es una maravilla cuando después de una bronca, cuando todo vuelve a la calma, viene y te dice que lo que le pasa es que está muy triste porque echa de menos a sus abuelos.

Cuanto antes enseñemos a nuestros hijos e hijas a nombrar sus emociones, antes podremos empezar a comunicarnos con ellos y ayudarles.

¿Cómo aplicar la educación emocional?

La de libros y artículos que habré leído sobre educación emocional… Y es que la teoría está genial, pero aplicarla es otra historia. Por eso te digo los trucos que yo sigo en casa y que me funcionan.

1. Prevenir rabietas

Tan fácil como saber que si mis hijos pelean por el mismo tenedor azul, puedo conseguir uno para cada uno. O si mi hija siempre quiere ponerse un vestido, pues dejarle elegir en lugar de obligarle a llevar pantalones. O el ejemplo que os ponía antes con mi hijo para acostarle pronto en su siesta.

Muchos enfados y llantos pueden prevenirse, sólo necesitamos observar a nuestros peques y reflexionar sobre la dinámica en casa.

2. Flexibilizar las reglas

Muchas de las rabietas y conflictos surgen por el incumplimiento de normas por parte de los peques. Todas las madres y padres tenemos normas en casa y tratamos de seguirlas para lograr una armonía familiar. Si bien las normas y el comportamiento son un tema más complejo del que puedo hablar en otro artículo, sólo te diré que a veces merece la pena replantearse estas reglas.

Las normas deben ser flexibles y coherentes. Puede que las normas que funcionaban cuando nuestros hijos tenían 3 años, no valgan cuando tienen 10. O que las normas cuando estamos en casa sean diferentes a las de las vacaciones.

Y por supuesto, siempre tratando de involucrar a los peques en la toma de decisiones. Por ejemplo, a mi hija le encanta organizar circuitos en casa con todo lo que va encontrando: sillas, escaleras, bancos, reposa-pies, etc. Al principio no le dejaba que los moviera por toda la casa y esto traía muchos llantos y rabietas. Así que junto a ella y su padre, valoramos los pros y contras de mantener esa regla y, al final, no vimos sentido en mantenerla. La regla ahora es que hay que devolver cada cosa a su sitio antes de cambiar a otro juego. Está funcionando y nos hemos evitado muchos llantos.

2. Verbalizar y «etiquetar» sus emociones

Vale, prevenir y flexibilizar reglas no ha funcionado. Ya estamos en plena rabieta y tu hija se ha puesto a gritar. Por mucho que hayas leído sobre encontrar el detonante y el propósito no tienes ni idea por qué actúa así. ¿Qué hacer?

Pues lo primero es verbalizar lo que está sintiendo. Muchas veces nuestras criaturas no saben por qué se sienten así. Y aunque haya un motivo detrás, ellas tampoco son conscientes de cuál es.

Nuestra función como madres y padres es acompañar en ese proceso, siendo «su voz». Bajar al nivel de sus ojos y explicarle en voz tranquila lo que está sintiendo. «Sí, estás muy enfadada porque no te dejo salir descalza a la calle», «estás muy cansado y por eso quieres ya que nos vayamos a la cama», «estás muy enfadada y quieres el juguete de tu hermano».

Al principio cuesta empezar con esta rutina y reconozco que muchas veces perdemos los nervios según la situación, pero siempre tengo esta meta en mi cabeza cuando empieza una rabieta.

Llevamos aplicándola desde que tienen unos 12-18 meses, cuando ya comprenden todo lo que dices aunque aún no sepan hablar. Y funciona. Mi hija usa vocabulario referido a emociones desde bien pequeña, y eso nos ayuda a toda la familia en la resolución de conflictos.

2. Cambiar «¿por qué?» por «¿cómo puedo ayudarte?»

Una mala costumbre que tenemos las madres y padres es tratar de descifrar a nuestros hijos e hijas. En plena rabieta, cuando están descontrolados tirando juguetes por el aire, se nos ocurre preguntarle «¿pero qué te pasa?», «¿por qué haces eso?». ¡Y lo peor es que esperamos que nos respondan!

En ese momento nuestras criaturas no razonan ni hablan, sólo sienten y expresan. De ahí la importancia que hablemos nosotros nombrando esa emoción, como te explicaba.

Responder al «por qué» de su conducta es MI necesidad como madre, no la de mi hijo. Por eso de nuevo debemos usar la empatía y cambiar esa pregunta por un «¿qué necesita?, ¿cómo puedo ayudarle?».

A veces necesitan espacio y es mejor dejarles solos. Sin embargo, otras sólo quieren un abrazo. O a lo mejor sólo quieren que te sientes a su lado en silencio. Como madre y maestra he visto que cada niño necesita una respuesta distinta, e incluso el mismo niño puede necesitar cosas diferentes según el momento.

3. Validar y honrar sus emociones

Imagina que estás en plena llorera y viene quien tú más quieres a decirte que dejes de llorar que es una tontería. ¿Cómo te sentirías? Puede que incomprendida, sola, frustrada, enfadada… Pues igual nuestros peques.

Con frases como «pero si no te pasa nada, no es para tanto», «no llores por eso que es una tontería», estamos invalidando lo que sienten, diciéndoles que no pueden expresar su tristeza porque no es importante. Un rasguño en la rodilla duele, y aunque no sea una fractura, no por eso deja de doler. Así que el llanto y la necesidad de un abrazo están totalmente justificados, sin peros.

Con los niños muy pequeños también tendemos a ignorar sus emociones distrayéndoles. Cuando lloran por algo les decimos: «anda ven, vamos a ver qué hay por la ventana», o «mira, mira este juguete qué chulo».

Hay que verbalizar y validar sus emociones, diciéndoles que está bien y normal que estén tristes y lloren si quieren, y que ahí estamos nosotras para acompañarles.

Actividades, técnicas de relajación y libros de educación emocional

La educación emocional también puede aprenderse a través de los libros. ¡Y es que con los cuentos podemos trabajar cualquier cosa!. Si temas tan complicados para los adultos como el racismo o la diversidad sexual, pueden trabajarse con niños de 3 años, por supuesto que la educación emocional no podía ser menos. Hay colecciones específicas con un libro para cada emoción, libros que hablan de todas las emociones, o bien podemos usar cualquier libro para hablar sobre las emociones de sus personajes.

niña llorando
Photo by Zahra Amiri on Unsplash

Si quieres trabajar la educación emocional de manera más específica hay un montón de actividades y juegos que podéis aplicar tanto en casa como en la escuela. Tarjetas con diferentes situaciones sobre las que hablar, dinámicas de grupo, materiales para la resolución de conflictos. La educación emocional cada vez está más presente en la escuela, y en casa es posible aplicar muchas de sus actividades.

Y por supuesto las técnicas de relajación son importantísimas tanto para peques como adultos. Una vez que somos conscientes y nombramos nuestra emoción de enfado, frustración, tristeza, etc., nos toca saber cómo volver a la calma y encontrarnos mejor. Hay ejercicios de respiración, actividades de yoga, apps de meditación, etc. súper interesantes y todas ellas para un público infantil. No te pierdas las que aplico en casa en este artículo.

Sin poder alargar mucho más el artículo, dime en comentarios o en redes sociales si estás interesada en saber más sobre libros, técnicas de relajación y actividades de educación emocional y os lo cuento en futuros artículos. Y ahora qué, ¿ya te sientes más preparada para empezar a aplicar estos consejos en casa?


Pilar Gonzalez

Mujer, maestra bilingüe y madre de dos pegotetes. Estudié Psicología y pronto me fui especializando en áreas sociales y educación. Educar a una hija e hijo está siendo apasionante, y quiero compartir aquellos consejos que hubiera agradecido leer hace unos años. Ser madre es agotador, frustrante, sorprendente y, sobre todo, divertido. O al menos eso intento. ¿Me acompañas?

14 comentarios

Maria · 5 de agosto de 2020 a las 12:54

Hola. Me parece muy difícil poder entender a los niños, sobre todo cuando son pequeños y no pueden expresar sus emociones, pero gracias a tus consejos, es una forma de poder acercarte más a ellos y sobre todo hacer que se sientan más comprendidos. Gracias!! Espero que escribas más blogs!!

    Pilar Gonzalez · 5 de agosto de 2020 a las 13:36

    ¡Gracias! Por eso es tan importante que les ayudemos a identificar sus emociones cuando empiezan a aprender a hablar. La educación emocional debería ser obligatoria en las casas y escuelas, nos iría mucho mejor a todos y todas como adultos…

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[…] entiendan completamente todo el significado de los mensajes. Es un buen complemento a esa educación emocional de la que os hablaba hace […]

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[…] de hablar sobre educación emocional, es necesario conocer algunas técnicas para ayudar a nuestros niños y niñas volver a la calma. […]

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